Cuando el mundo era joven, los dioses del Monte Olimpo, habiendo creado la tierra y al hombre, los animales y las criaturas del océano, los arboles y flores y todas las cosas con vida, tenían todavía una tarea por cumplir. Debían esconder el “Secreto de la Vida”. El secreto debía permanecer difícil de alcanzar hasta que el hombre haya evolucionado lo suficiente en conciencia, al punto en el que ya lo haya experimentado.
Los Sabios debatieron mucho sobre este asunto de donde esconder el Secreto de la Vida. Uno dijo, “Escondámoslo en la cima de la montaña más alta; el hombre nunca lo encontrará allí.”
Pero otra Deidad le contestó; “Hemos creado al hombre con una curiosidad insaciable, ambición y piernas muy fuertes. Eventualmente él escalará las montañas más altas.”
Otro sugirió enterrar el Secreto de la Vida en el fondo del océano más profundo. Pero los demás le replicaron, “Hemos creado al hombre con un ferviente deseo de explorar e ir a los rincones más remotos y profundos que él pueda encontrar. Tarde o temprano el incursionará por las profundidades de los océanos más profundos.”
Finalmente, uno de los más sabios encontró la solución. “El Secreto de la Vida debe ser escondido en el último lugar que el hombre jamás buscará. Un lugar en donde buscará una vez que haya agotado toda otra posibilidad, y finalmente esté listo.”
“Y adonde es ese lugar?” preguntaron los demás. A lo que el más sabio respondió, “Lo esconderemos DENTRO DE SU CORAZÓN”… y así se hizo…
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